Informe grotesco

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Gerardo Cortinas Murra/ La ausencia justificada del Gobernador César Duarte -por prescripción médica- en la entrega de su 5º Informe de Gobierno, exhibió cómo el ceremonial parlamentario está diseñado para venerar la imagen personal del gobernante en turno. Así como también, desnuda el ‘edecanismo político’ como una característica del modo de gobernar del actual mandatario estatal.

En efecto, el solo anuncio de que César Duarte no entregaría, de manera personal, el documento del Informe anual de gobierno, fue motivo más que suficiente para que el Salón del Pleno del Congreso se viera vacío; cuando que, en otras ocasiones, la simple presencia del Gobernador provoca un lleno total de funcionarios y personalidades de la política local, con el consiguiente aislamiento temporal del edificio legislativo.

Sin embargo, en esta ocasión, sobraron asientos vacíos; y solamente tres secretarios de gobierno acompañaron al Secretario General de Gobierno (SGG), Lic. Mario Trevizo, en su carácter de representante del Ejecutivo Estatal. ¿Cómo explicar esta ausencia masiva de funcionarios estatales? ¿Por qué no acudieron sus ‘edecanes municipales’? Algunos analistas coinciden en que la ausencia de César Duarte en eventos públicos es considerada, por sus propios colaboradores, como un alivio a compromisos non gratos.

Ahora bien, de la interpretación del Art. 55 de la Constitución Local se infiere que la presencia del Gobernador a la sesión de apertura del primer período anual ordinario del Congreso se limita a la entrega de un informe, por escrito, en el que manifieste el estado que guarda la administración pública; siendo optativa la lectura del mismo. ¿Por qué entonces el SGG no ocupó el asiento del Gobernador en el Presídium del Pleno? ¿Acaso el SGG no es el representante personal y político del Ejecutivo Estatal?

Recordemos que existe una reforma a la Constitución del Estado pendiente de ser publicada, que ya fue aprobada por el Congreso local, mediante la cual se pretende recorrer la entrega de los informes de gobierno al segundo período de sesiones ordinarias; es decir, hasta el día primero de marzo, “con excepción del año inmediato siguiente al que tome posesión, en cuyo caso, integrará al informe del siguiente ejercicio fiscal los meses correspondientes al año de la toma de posesión”.

Pero además, con motivo de la reforma al Art. 93 de la Constitución Local (vigente desde el 30 de abril pasado) el Gobernador está obligado a “presentar la cuenta pública estatal, dentro de los dos meses posteriores a la terminación del ejercicio fiscal; así como presentar informes financieros trimestrales dentro del mes siguiente al cierre del período correspondiente”. Amable lector, ¿Qué le parece semejante absurdo? El Gobernador comparecerá, forzosamente, ante el Pleno del Congreso en dos ocasiones; la primera, para presentar la cuenta pública, ya sea en enero o febrero; y la segunda, para presentar el Informe de Gobierno, días después, el primero de marzo.

¿Y si el Gobernador se enferma o no quiere asistir de manera personal? La solución es muy sencilla: reformar el Art. 55 constitucional, en los términos siguientes: “El Gobernador del Estado concurrirá, ya sea de manera personal o a través del SGG, a la sesión de apertura del segundo período ordinario de sesiones para hacer entrega, por escrito, del informe anual del estado que guarda la administración pública y la cuenta pública estatal; sin opción a lectura de los mismos. Recibido el informe, el Congreso citará a los titulares de las Secretarías, a los directores de las Entidades Paraestatales y a quien ostente la representación de los Órganos Constitucionales Autónomos, quienes comparecerán y rendirán informes, bajo protesta de decir verdad, en los términos de la Ley Orgánica del Poder Legislativo y sus reglamentos”.

Hoy en día, resulta necesario modificar el formato de presentación del informe anual del gobierno estatal. Para tal efecto, habría que tener presente que años atrás los reclamos partidistas y sociales obligaron al Congreso de la Unión a eliminar el llamado ‘Día del Presidente’; en la que los diputados de oposición exclamaban: “Ya no habrá más inciensos al Jefe de la Nación”.

Cómo olvidar la vergonzosa experiencia de Felipe Calderón al rendir protesta como Presidente de la República en la que fueron necesarios más de 3,400 policías para custodiar los principales accesos viales a la Cámara de Diputados y en la que se vio obligado a ingresar por la parte trasera. En esa ocasión, la ceremonia de traspaso de poder duró sólo cinco minutos. Y si bien es cierto que el hartazgo social y político que prevalece en nuestro Estado, no llega a tal extremo, también lo es que la sociedad chihuahuense exige, día con día, una mayor responsabilidad de sus gobernantes de cara a la ciudadanía y no mediante comparecencias ociosas y fastuosas; y en cierto modo, clandestinas, como lo es la comparecencia de los secretarios de gobierno.

Por último, el bochornoso espectáculo que dieron los diputados al abandonar el recinto oficial del Pleno del Congreso para recibir el Informe de Gobierno en la Sala ‘Morelos’ del edificio legislativo, pone de manifiesto que el ritual protocolario de las comparecencias del Ejecutivo Estatal está hecho a la medida para ‘acreditar’, pública y fehacientemente, el poder omnímodo del gobernante en turno. Algo así como una parodia tácita de la expresión del otro Duarte, el de Veracruz: ¡Pórtense bien, mis diputados! Para que no les pase nada.

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